En este blog lo mismo te hablo de fotografía, de cómo ha ido una sesión de fotos, de libros y cultura y porque no, también de sostenibilidad.
Y es que para mi y para muchos eso de «cambio climático» hace rato que se quedó obsoleto. Hace mucho que pasamos a CRISIS CLIMÁTICA. Por lo que me parece urgente que todas nos concienciemos y tomemos acción. Porque hoy día, consumir es un acto político y con nuestro consumo, podemos cambiar el mundo. Recuerda que cada granito de arena cuenta y que el mejor residuo siempre será aquel que no se genera.
Podría haber empezado esta sección hablando de otras muchas cosas, pero teniendo en cuenta que vivo en Córdoba y la sequía nos persigue… qué mejor que arrancar hablando sobre el agua embotellada. Comenzaremos claro, por sus inicios.
El agua se empezó a embotellar hace más de 400 años en los balnearios. Los clientes acudían a estos lugares, quedaban maravillados con los beneficios de aquellas aguas y se llevaban un pequeño «souvenir» en un envase para poder seguir disfrutándola en casa. Como era de esperar, los empresarios de la época encontraron un potencial negocio en esta idea y comenzaron a comercializar agua mineral embotellada.
Al principio, se compraba en boticas y farmacias pero poco a poco sus puntos de venta fueron ampliándose hasta llegar a encontrarla en cualquier lugar en la actualidad.
Cabe destacar que por aquella época, el agua se envasaba en botellas de vidrio, como imagino que sabrás y sino te lo cuento yo, es un material inocuo para la salud: protege los alimentos de agentes dañinos del exterior, garantiza la perfecta conservación de los alimentos manteniendo sus cualidades nutritivas y gustativas (no altera sabor ni olor) y además, es un material 100% reciclable que podemos reciclar infinitas veces sin que pierda sus propiedades.
A priori, esta comercialización no tenia mala pinta teniendo en cuenta que no fue hasta principios del siglo XX cuando las casas comenzaron a contar con agua corriente. El negocio del agua embotellada estaba en auge y los empresarios, con el fin de abaratar costes y peso buscaron otro material para sus envases, el plástico.
El plástico en si no supone ningún problema, es más bien el uso de sustancias químicas como bisfenoles (para aportarles dureza a los envases) y ftalatos (para dar flexibilidad), los que hacen que este material sea un peligro para la salud. Estas sustancias son disruptores endocrinos capaces de alterar el sistema hormonal y provocar infinidad de daños a la salud. A esto debemos sumarle también los microplásticos. Recientes estudios sostienen que ingerimos hasta cinco gramos de plástico a la semana, el mismo peso que una tarjeta de crédito.
Sabiendo esto, ¿porqué en la actualidad seguimos comprando agua embotellada a pesar de ser muchos los puntos de España y el mundo donde el agua del grifo es potable y segura?
Conseguir que el consumidor pague por algo que es de todos ha sido uno de los mayores logros del marketing. Grandes empresas como Nestlé y Coca-Cola alentaban al consumidor a comprar agua embotellada haciéndoles ver que era un producto mucho más saludable que los refrescos azucarados. Y es que una persona no puede beber más de una cantidad x de refresco pero luego si puede seguir bebiendo agua.
Para asegurarse de que su estrategia funcionase crearon una DEMANDA ARTIFICIAL mediante 3 estrategias: generar miedo para hacemos sentir inseguros bebiendo agua del grifo, seducirnos con publicidad aspiracional y engañamos respecto al origen, sabor y calidad de muchas aguas embotelladas. Todo esto lo siguen defendiendo a pesar de que hoy día sabemos que en muchas ocasiones el agua de botella está menos regulada que el agua del grifo, es menos sostenible y unas 2000 veces más cara.
Siglo XXI, como siempre más tarde que pronto nos damos cuenta que tenemos un serio problema que está provocando daños en nuestra salud. Las botellas de plástico invaden nuestros bosques, ríos, mares y hogares. Cantidad de enfermedades nos rodean y afectan y la polución en las calles es más que obvia. Catástrofes ambientales (inundaciones, sequías, etc) nos tocan cada vez más a diario. «¿Y que tiene que ver eso con que yo beba agua embotellada?» te estarás preguntando. La respuesta es sencilla.
El impacto de consumir agua embotellada
Entre fabricar la botella, extraer y procesar el agua, etiquetar, rellenar y sellar la botella, transportar y enfriar el producto se consume entre 1100 y 2000 veces más energía que consumiendo agua del grifo. Para producir cada botella plástica se necesitan más de 7 litros de agua, súmale ahora el agua (o cualquier otra bebida) que vertamos dentro. En tiempos de sequía, cada gota cuenta, cada botella que no se produzca, influye en mejorar el problema.
Una vez bebemos el interior de la botella, el 80% de estos envases terminan en vertederos o quemados, liberando una serie de químicos y tóxicos al aire muy contaminantes.
¿Qué podemos hacer para ser parte de la solución y no del problema? Ser conscientes de este tema y demandar mejoras en la calidad del agua pública son claves para poder seguir bebiendo agua del grifo con calidad. Hay lugares donde ese agua es un poco más dura y de peor sabor. Existen variedad de filtros para todos los gustos y opiniones que harán mejorar muchísimo más el sabor y calidad de ese agua.