Qué mejor forma de inaugurar un blog de una fotógrafa que con un artículo sobre fotografía, más concretamente, sobre fotografía profesional.
Porque sin duda, un fotógrafo profesional se diferencia de un fotógrafo aficionado en dos aspectos: el fotógrafo profesional hace fotos en modo manual y el fotógrafo profesional dispara en formato RAW.
¿Qué es el formato RAW? Son los datos que la cámara registra al tomar tu fotografía sin comprimir ni procesar, es decir, el archivo en bruto. Obtendremos mayor nivel de detalle y no perderemos calidad en nuestro resultado.
Por otro lado, si haces tus fotos en formato JPG, la cámara se encargará de comprimir la información de tu imagen y su posterior edición en ordenador se verá mucho más reducida.
Mi recomendación es que dispares en RAW. Ese archivo puedes editarlo con el plugin de Photoshop CAMERA RAW o directamente en Ligthroom si trabajas con Adobe, en Capture One o en Luminar entre otros tantos programas de edición profesional.
En mi caso, hago una edición básica en Lightroom: Corrección de temperatura de color, de exposición, contraste, encuadre, enfoque, corrección de lente, etc. Una vez terminada la edición, exporto la fotografía ahora si, en formato JPG pero por supuesto A MÁXIMA CALIDAD.
Llega entonces el momento de dejar la foto aún más bonita si es posible. ¿Cómo? ¡LIMPIANDOLA! En mi caso en Photoshop.
Llamamos limpieza a la mejora de la fotografía una vez editada: quitar desconchones de la pared, basura del suelo, granos de la modelo o cualquier detalle que pueda distraernos de nuestro objetivo. En este paso ya entrará en juego tu nivel de Photoshop, el mio es básico-medio, unos leves ajustes de mejora y listo.